Podría considerar como un fracaso el hecho de no haber alcanzado la cima del Huayna Potosí (6.088 m.s.n.m.), pero No lo voy a hacer. Si algo he aprendido en estos últimos meses, es que más allá de los resultados, lo más importante de cualquier emprendimiento o desafío es el proceso que se encamina a su realización independientemente de sus resultados. Los resultados, favorables o adversos, suelen estar muchas veces atados a circunstancias externas que desplazan la mirada de lo verdaderamente importante.
Por lo dicho, y a pesar de no haber alcanzado la cima del Huayna Potosí, debo reconocer que estoy sumamente contento de haber emprendido ese desafío. Si algo se aprende a más de 5.800 m.s.n.m. y una temperatura de menos 10 grados, es que la montaña como cualquier otro desafío de la naturaleza merece respeto. En esas condiciones, lo que al nivel del mar puede ser una simple molestia, se convierte en un verdadero problema capaz de poner en riesgo la propia salud, o la de los compañeros de expedición.
A más de una hora de camino de la ciudad de La Paz, y luego de haber recogido el equipo de montaña, llegamos el sábado 25 de abril al primer refugio ubicado por encima de los 4000 m.s.n.m. Un almuerzo temprano, abre paso a los preparativos de la expedición: revisar el equipo, preparar la mochila, repasar algunas pautas básicas de andinismo.
Ya enfundados en abrigada ropa de montaña, la travesía se inicia luego de cruzar la represa de Zongo, particular por el color turquesa del agua. A partir de allí el camino se va internando de manera ascendente en la montaña, a través de senderos de tierra y otros de pura piedra, en los cuales un mal paso puede derivar en un fuerte golpe y varias raspaduras.
A medida que se asciende las vistas se vuelven más impresionantes, y por efecto de la altura todo movimiento más dificultoso. La mochila comienza a molestar y uno no puede evitar cuestionar la selección de abrigo, agua, chocolates y otros elementos que han hecho de esa simple alforja un verdadero contrapeso.
La caminata/ascenso del primer día finaliza al alcanzar los 5200 m.s.n.m., altura a la que se encuentra emplazado el refugio de montaña. Un cuarto de latón de dos metros por dos metros, repleto de colchonetas viejas y elementos de montaña, dentro del cual debemos pasar la noche (dormir es algo muy difícil) alrededor de nueve personas, entre guías y expedicionarios.
Otra cosa que he aprendido en estos meses, es que la dimensión del tiempo y el espacio son netamente culturales. En la “cultura” de la montaña, la noche comienza a las 18hs. cuando luego de cenar una sopa, los expedicionarios son enviados a dormir como niños. La explicación es clara, así como la noche se inicia a las 18hs., el día comienza a las 0.00hs.
A la madrugada, la temperatura ha bajado varios grados y el viento ha aumentado su fuerza notablemente. La ropa a utilizar durante el camino a la cima, no puede ser escogida al azar. Es importante tomar precauciones para que el frío no se convierta en un obstáculo que convierta en pesadilla, aquello que debe ser una aventura. Tres pares de medias (uno de ellos térmico), calzoncillos largos y un pantalón interior de micropolar, remera térmica, micropolar y wind stopper, completan junto con el traje de nieve (una especie de conjunto de ropa para embarazada pero impermeable) y las botas de montaña el atuendo. Gorro andino, imprescindible…
A pesar de ser plena noche, la luz oscura de la luna permite una buena visibilidad, a lo lejos se vislumbra la siluetas de otras montañas que se encolumnan junto al Huayna Potosí en la llamada Cordillera Real, y mas allá un mar de luces nos señala que estamos cerca de la ciudad del El Alto.
Las próximas horas van a estar marcadas por el frío intenso, el esfuerzo físico, el camino ascendente por la nieve y el agotamiento, de verdad agotamiento… un cansancio muy intenso que convierte lo que a simple vista parece una simple subida por la nieve en un verdadero desafío…
Por lo dicho, y a pesar de no haber alcanzado la cima del Huayna Potosí, debo reconocer que estoy sumamente contento de haber emprendido ese desafío. Si algo se aprende a más de 5.800 m.s.n.m. y una temperatura de menos 10 grados, es que la montaña como cualquier otro desafío de la naturaleza merece respeto. En esas condiciones, lo que al nivel del mar puede ser una simple molestia, se convierte en un verdadero problema capaz de poner en riesgo la propia salud, o la de los compañeros de expedición.
A más de una hora de camino de la ciudad de La Paz, y luego de haber recogido el equipo de montaña, llegamos el sábado 25 de abril al primer refugio ubicado por encima de los 4000 m.s.n.m. Un almuerzo temprano, abre paso a los preparativos de la expedición: revisar el equipo, preparar la mochila, repasar algunas pautas básicas de andinismo.
Ya enfundados en abrigada ropa de montaña, la travesía se inicia luego de cruzar la represa de Zongo, particular por el color turquesa del agua. A partir de allí el camino se va internando de manera ascendente en la montaña, a través de senderos de tierra y otros de pura piedra, en los cuales un mal paso puede derivar en un fuerte golpe y varias raspaduras.
A medida que se asciende las vistas se vuelven más impresionantes, y por efecto de la altura todo movimiento más dificultoso. La mochila comienza a molestar y uno no puede evitar cuestionar la selección de abrigo, agua, chocolates y otros elementos que han hecho de esa simple alforja un verdadero contrapeso.
La caminata/ascenso del primer día finaliza al alcanzar los 5200 m.s.n.m., altura a la que se encuentra emplazado el refugio de montaña. Un cuarto de latón de dos metros por dos metros, repleto de colchonetas viejas y elementos de montaña, dentro del cual debemos pasar la noche (dormir es algo muy difícil) alrededor de nueve personas, entre guías y expedicionarios.
Otra cosa que he aprendido en estos meses, es que la dimensión del tiempo y el espacio son netamente culturales. En la “cultura” de la montaña, la noche comienza a las 18hs. cuando luego de cenar una sopa, los expedicionarios son enviados a dormir como niños. La explicación es clara, así como la noche se inicia a las 18hs., el día comienza a las 0.00hs.
A la madrugada, la temperatura ha bajado varios grados y el viento ha aumentado su fuerza notablemente. La ropa a utilizar durante el camino a la cima, no puede ser escogida al azar. Es importante tomar precauciones para que el frío no se convierta en un obstáculo que convierta en pesadilla, aquello que debe ser una aventura. Tres pares de medias (uno de ellos térmico), calzoncillos largos y un pantalón interior de micropolar, remera térmica, micropolar y wind stopper, completan junto con el traje de nieve (una especie de conjunto de ropa para embarazada pero impermeable) y las botas de montaña el atuendo. Gorro andino, imprescindible…
A pesar de ser plena noche, la luz oscura de la luna permite una buena visibilidad, a lo lejos se vislumbra la siluetas de otras montañas que se encolumnan junto al Huayna Potosí en la llamada Cordillera Real, y mas allá un mar de luces nos señala que estamos cerca de la ciudad del El Alto.
Las próximas horas van a estar marcadas por el frío intenso, el esfuerzo físico, el camino ascendente por la nieve y el agotamiento, de verdad agotamiento… un cansancio muy intenso que convierte lo que a simple vista parece una simple subida por la nieve en un verdadero desafío…